sábado, 21 de junio de 2008

Un libro contra el (fácil) entusiasmo: Julio César Guache

Pensamiento liberal
y diversidad


Julio César Guanche
Prólogo a la edición del Instituto Cubano de Investigación Cultural Juan Marinello .

No hay nada más práctico que una buena teoría. El lector cubano tiene ante sí, con la segunda edición de esta obra una compleja edificación de un discurso teórico para una práctica de izquierda. Ciertamente, la aparición en Cuba de Elogio de la diversidad, de Héctor Díaz-Polanco, es ganancia en términos netos. Estamos ante una actualización crítica del discurso sobre la diversidad, así como ante una puesta al día —muy completa— sobre la filosofía política de nuestro tiempo. De hecho, se cuentan con los dedos de una mano los libros que, recorriendo la bibliografía de éste, pueden encontrarse en el país de autores como: John Rawls, Charles Taylor, Benedict Anderson, Isaiah Berlin, Alex Callinicos, Ronald Dworkin, Terry Eagleton, Jürgen Habermas, Toni Negri, entre muchos otros, inéditos en la Isla. Sin embargo, el mérito de Díaz-Polanco no es resumir un arsenal de ideas en un español conciso, sino encarar una estrategia de intervención cultural de índole revolucionaria. A lo largo de poco más de doscientas páginas, se discuten, limpios de polvo y paja, contenidos para una necesaria reconstrucción del discurso socialista sobre bases revolucionarias. No sin irresponsabilidad, intento el malabarismo de glosarlos aquí.

I

Una región del pensamiento de izquierda levantó por décadas su voz al cielo denunciando el demonio de la globalización como instrumento de la uniformidad cultural.

Un territorio del discurso del socialismo histórico arrastró juntas las ideas de desigualdad y de diversidad y, en su argumentación sobre la vida futura, las colocó en el museo de las antigüedades, al lado de la rueca y el hacha de bronce. El porvenir del socialismo sería el reino feliz de la igualdad y de la mismidad.

Un contingente de la izquierda pensó que bastaba con anunciar la justicia para que la libertad viniese tras ella, a remolque de la historia.

II

El claustro del pensamiento liberal hizo desaparecer el concepto de capitalismo y dejó, sobrevolando sobre las ideologías y las formaciones sociales específicas, el de globalización, venido al mundo, asegura, de la mano de “la ciencia” y “la técnica”.

Una legión del pensamiento liberal aseguró que el concepto de multiculturalismo era el cauce del hecho individual, social, cultural, de la diversidad.

Una zona del liberalismo aseguró haber conseguido, al fin, la construcción de un pensamiento que reconcilia en su seno la libertad con la justicia.

III

Para desprenderse del hedor de la izquierda “paleolítica”, un continente de la izquierda protagoniza una rendición con olor de santidad: explica la globalización como “hecho inevitable”, se aggiorna como multicultural y construye una teoría de la diferencia infinitesimal, indiferenciada —sobre todo— respecto al enfoque de clase.

Elogio de la diversidad es un antídoto para las intoxicaciones inveteradas de esta izquierda, que a la altura del siglo xxi conserva todavía muchas de las maneras de su antigua esterilidad, así como contra los espectros que recorren el mundo, siendo a la vez la diestra y la siniestra de sí mismos.

IV

El libro es una columna edificada a partir de una serie de advertencias. Si se ha de discutir con el pensamiento adverso, se ha de hacer con sus resultados de mayor elaboración. La profundidad de un análisis marxista hoy sigue estando en relación con el rigor con que se comprenda la formación específica del capitalismo presente. El marxismo ha de argumentar filosóficamente sobre la justicia y no darla como hecho supuesto en su programa político, como si se tratase de un significado unívoco, que sólo es necesario “llevar a la práctica”. A la “globalización” no le interesa tanto regimentar la uniformidad cultural —ni tampoco producir diferencias—, como instrumentar las existentes en función de la única uniformación que le es imprescindible: la del dominio del capital. El universalismo abstracto es un férreo valladar contra la diversidad. Los derechos humanos, o son totales, o no son: resultan apenas un arma política o un programa muy incompleto para dar cuenta de la necesidad humana de pan y de libertad.

V

El libro atraviesa un vasto campo minado de problemas. Constituye una crítica exhaustiva del pensamiento liberal, a partir del eje de la diversidad. Se integra a una corriente que, desde el marxismo, ha puesto en solfa ya no el contractualismo kantiano, sino también el último monumento teórico producido por el pensamiento liberal: el llamado “liberalismo igualitario”, con su sede primigenia en el libro Teoría de la justicia, de John Rawls —aunque se remonte a Kant y a Stuart Mill.

Un libro sobre la diversidad no puede ser unidimensional. Díaz-Polanco no da la impresión de emprender una crítica conociendo de antemano los detalles minuciosos de la conclusión. La argumentación crece, se complejiza y en el camino construye sus consecuencias. Díaz-Polanco dialoga. En la obra de Hardt y Negri —específicamente en Imperio y Multitud. Guerra y democracia en la era del imperio—, encuentra zonas que son afines a su argumentación sobre la etnofagia del Imperio. Analiza con mesura la cuestión del “Estado nación” y sugiere no confundir procesos en curso con realidades ya verificadas, en lo que respecta, por ejemplo, a la “extinción” del Estado nación en el contexto de la globalización. La idea de “cambiar el mundo sin tomar el poder” encuentra aquí, con su inversión, un matiz iluminador: se ha de “tomar el mundo para cambiar el poder”, lo que retoma una tesis de raíz gramsciana: si la revolución es, ante todo, un proceso social, no hay posibilidad exitosa de construcciones socialistas a posteriori de “la toma del poder”: esa posibilidad radica en tomar el conjunto de la sociedad, edificar una alternativa material de sociabilidad que el poder político correspondiente contribuya a reproducir, pero que, en sí mismo, será incapaz de crear: la “invención” está constituida por una serie de conquistas relacionadas unas con otras que integran los contenidos —existentes al mismo tiempo como realidad y como prefiguraciones— de la sociedad que se pretende construir.

Por su mesura y dialogicidad, este libro es un elogio radical a la diversidad.

VI


John Rawls

Cuando Rawls publicó Teoría de la justicia en 1971, la democracia liberal sufría una enorme pérdida de popularidad, a manos del marxismo, el estructuralismo, la insurgencia del 68, las guerrillas latinoamericanas y la guerra de Vietnam. En ese vacío, Rawls hizo el papel del héroe trágico, reivindicando el valor de tal armazón ideológica. Con el tiempo, al profesor de Harvard le imputaron ser el arquitecto de la reconstrucción teórica del Estado de Bienestar. De hecho, una zona del propio liberalismo ha reputado el pensamiento de Rawls de socializante, de “traidor a la causa” —sobre todo el Rawls de Liberalismo político--, pues arguye que su doctrina termina atentando contra el “derecho de propiedad de uno sobre su persona y los resultados de su trabajo”, pilares de la racionalidad capitalista y de toda la modernidad liberal.

Respecto a las ideas del anticapitalismo, Díaz-Polanco escribe en una situación acaso similar. Elogio de la diversidad es como la clásica mosca en la sopa. El relato del ingenuo que advierte sobre la desnudez del rey. La deriva socialdemócrata del ideal socialista ha hecho creer a millones que, con un esfuerzo de justicia, el capitalismo no es intrínsecamente “salvaje”. Por ello, desde el punto de vista ideológico, las búsquedas socialistas actuales escasamente se construyen como proyectos anticapitalistas.

Cansado de gritar en el desierto, Díaz-Polanco habría buscado refugio en la defensa de la diversidad, al calor de los millones de seres que entonan loas a la diversidad, ese himno a la alegría de nuestro tiempo. Pero tampoco. Díaz-Polanco defiende la diversidad criticando la que “todo el mundo” defiende: la encauzada por el universalismo liberal: “El capitalismo proyecta que el juego de la pluralidad humana devenga en una colosal maquinaria de la ‘diversidad’ alienada”, argumenta.

VII

Este libro contribuye a entender(nos): es un mapa de distinciones. Ante el “particularismo [del capitalismo occidental] que se disfraza de universalidad”, Díaz-Polanco defiende otra calidad: el único principio universal es aquel que procure justicia para todos. Piensa, con Žižek, que la “única universalidad [a] la que tenemos acceso es [a] la universalidad política, que no equivale a cierto sentido idealista abstracto, sino a una solidaridad en la lucha”. El libro distingue: la globalización es una nueva fase del capital y no una fuerza de la naturaleza; la igualdad y la diferencia son programas biunívocos en un horizonte socialista; la ideología del multiculturalismo es el arma de combate de la globalización del capital; la propuesta del liberalismo igualitario —y con él la de una parte de los “progresismos” al uso— refuerza la concepción liberal consagrada a la prioridad absoluta de la libertad sobre la igualdad —y con ello sigue siendo el obstáculo para el despliegue de una sociedad democrática; la expansión de la libertad y la justicia depende de la irrenunciable integralidad de los derechos humanos: civiles y políticos-sociales; económicos y culturales; individuales y colectivos.

Este es un libro contra el entusiasmo. «El entusiasmo —escribía Gramsci— no es más que una externa adoración de fetiches. Reacción necesaria, que debe partir de la inteligencia. El único entusiasmo justificable es el acompañado por una voluntad inteligente, una laboriosidad inteligente, una riqueza inventiva de iniciativas concretas que modifiquen la realidad existente”. Es, sobre todo, un libro contra el entusiasmo que aplaude sin saber la reproducción del status quo capitalista, que piensa con sus categorías, y que usa sus conceptos como si éstos fuesen producidos en una atmósfera al vacío, y, a favor, en cambio, del entusiasmo de los que pretenden, en la lucidez de la conciencia, “tomar el mundo”.

La Habana, 28 de agosto de 2007.

La conspiración de los diferentes: Armando Bartra

La conspiración de los diferentes
(Sobre Elogio de la diversidad de Díaz-Polanco)

Armando Bartra*

En su más reciente libro, titulado Elogio de la diversidad (Globalización, multiculturalismo y etnofagia), que mereció el “Premio Internacional de Ensayo” convocado por Siglo XXI Editores y prestigiadas instituciones académicas, Héctor Díaz-Polanco no sólo hace un encendido elogio de la pluralidad, también se afilia a su causa como lo que es: una bandera de las izquierdas.

Así, la apuesta política por las diferencias virtuosas está tanto en el Prefacio como en el último capítulo, significativamente titulado “La izquierda frente a la diversidad”. Pero Díaz-Polanco no se conforma con tomar partido. En el resto del texto se enfrasca en un enjundioso debate con el viejo y el nuevo pensamiento liberal, aquel que pretende ubicar la naturaleza humana en la soledad originaria del individuo; más adelante la emprende con la globalización capitalista, no tanto por su obra de emparejamiento —que finalmente no lo fue del todo— como por su recreación instrumental de las identidades y su etnofagia; y aunque no se extiende sobre ello, también toma distancia respecto del relativismo radical y del etnicismo fundamentalista, que son una suerte de eurocentrismo en el espejo de los oprimidos.

Los distintos atacan de nuevo

El libro constata hechos que en el arranque del tercer milenio quizá son evidentes pero no lo eran tanto hace veintitantos años cuando Héctor empezó a ocuparse de ellos. Por ejemplo, que globalización no es uniformidad humana sino reinvención de las identidades. Restitución que tiene dos expresiones opuestas pero complementarias: como parte de la resistencia de quienes sufren explotación económica pero también opresión étnica o vilipendio cultural, y como recurso del sistema que reedita las identidades con fines de lucro y de reproducción de su hegemonía. Sin embargo -hay que enfatizarlo- la pluralidad que place al capital es la pluralidad epidérmica o domesticada, pues como veremos más adelante, para el gran dinero es veneno la irreductible, terca y subversiva diversidad de los hombres y la naturaleza, una pluralidad radical que, en última instancia, es incompatible con el mercantilismo absoluto.

Pero más allá de registrar realidades sociales, Elogio de la diversidad toma partido en una confrontación que es académica pero también política y social. No se trata sólo de constatar la “ausencia del otro” en ciertas formulaciones universalistas, se trata también de subrayar el papel libertario de los grupos de identidad y -llevando la postura un poco más lejos- de recuperar el carácter subversivo de la reivindicación de la diversidad, no sólo la étnico-cultural, también la natural, la tecnológica, la económica, la societaria, la política y hasta la utópica, pues ya no nos seducen igual que antes los mundos felices unánimes y en serie que inspiraron las revoluciones del siglo pasado.

Toma de posición, ésta, que implica distanciarse del liberalismo antipluralista pero también del relativismo absoluto; desmarcarse tanto del universalismo homogenizante como del etnicismo fundamentalista.

Y aquí importa destacar una propuesta que me parece fundamental: la diversidad étnica y cultural a la que se hace referencia en este libro no es la que se da entre sociedades distintas sino en el seno de una misma sociedad; porque lo que hoy registramos no es el encuentro de civilizaciones sino el permanente desdoblamiento étnico-cultural en el seno de una misma, dispareja y desgarrada civilización globalifágica; un sistema-mundo abigarrado pero unitario donde las diferencias —estigmatizantes o libertarias— reaparecen una y otra vez no por inercia histórica sino por mecanismos estructurales de diferenciación. No estamos, pues, hablando de sumatoria de diversos, ni del meltig pot originario, sino de que -como escribe Héctor- “la sociedad humana es una formidable máquina que fabrica incesantemente la diversidad”.

La ontología del solitario

Esta recurrente diferenciación de los grupos humanos en identidades colectivas con valores, normas e ilusiones diversos, resulta prácticamente disruptiva y teóricamente perversa para la filosofía, la teoría jurídica y el pensamiento político de raigambre liberal; sistemas de ideas que proponen al individuo como originario y a la sociedad como derivada. Porque si la voluntad y la libertad, presuntamente innatas y propias de la naturaleza humana, son además atributos metafísicos de un solitario radical, la sociedad aparecerá como resultado de un acuerdo entre individuos incondicionados y sin contexto, como producto de una suerte de sociogénesis contractual.

Díaz-Polanco señala, puntualmente, que tal hipótesis choca no sólo con las evidencias historiográficas y etnográficas sino también con los hechos duros y las tendencias profundas de las sociedades contemporáneas: órdenes abigarrados que lejos de materializar el sueño liberal de modernidad resultaron verdaderos festines de diversidad identitaria. Pero aún si el argumento carece de sustento histórico podría tener consistencia lógica en la medida en que se nos muestre como principio racional que da cuenta de la condición de posibilidad de toda sociedad humana.

Y es ésta la línea de argumentación que -siguiendo a Kant- elige el primer John Rawls, el de Teoría de la justicia (1971). No repetiré aquí las contundentes críticas que Díaz-Polanco y otros enderezan contra el radical universalismo individualista y antipluralista de dicha propuesta. Quisiera, sin embargo, esbozar una línea de aproximación que me parece pertinente. Kant, Rawls y otros, son libres de deshistorizar su búsqueda apriorística de las condiciones de existencia de toda socialidad posible, pero no pueden impedir que una parte de la crítica a sus propuestas ubique históricamente el pensamiento cuestionado.

Sería pertinente, entonces, explorar las premisas históricas y particulares que hacen posible el surgimiento de un pensamiento ahistórico y universalista como ese. Porque —me parece— la absolutización metafísica del individuo y sus atributos resulta del predominio de un orden históricamente fechado. Un sistema que, en nombre de un mercantilismo absoluto donde los intercambios dinerarios debían constituir por si mismos el fundamento de toda relación social válida, descalifica identidades culturales, solidaridades y economías morales. Socialidades diversas que para el capital son anacrónicas y perversas, y por ello son enviadas al pasado y sus reductos, al oriente exótico o la periferia bárbara.

Pero el capitalismo no es sólo una obscena economía-mundo, un absolutismo mercantil globalizante que da sustento teórico-práctico al individualismo radical. El universalismo fetichizado y antipluralista que Díaz-Polanco y otros cuestionamos, es la expresión alienada de una construcción histórica contradictoria y conflictiva; un orden social ciertamente ecocida y etnocida pero también, y paradójicamente, portador de valores rescatables. Precisamente por su voracidad, el del gran dinero es un sistema-mundo incluyente —en el sentido globalifágico de inclusión— que desde pequeño interiorizó la diversidad sociocultural haciendo de ella algo inmanente. Inmanencia del “otro” que por ello mismo permite subordinarlo pero también obliga a reconocerlo.

El individuo presuntamente portador de la naturaleza humana es una construcción social de la modernidad; una invención tan alienante como libertaria pues si su irrupción de facto y de jure desvaloriza colectividades y rompe lazos solidarios, también arroja nueva luz sobre la pluralidad, al obligarnos a reconocer en los “otros” a un “nosotros”; no como en los tiempos de particularismo tribal cuando, por definición, los “otros” no eran “hombres verdaderos”, sino como auténticos pares, cuando menos en tanto que compartimos la condición humana. Y no estoy hablando de una naturaleza innata y trascendente, una abstracción fetichizada que encubre metafísicamente las desigualdades y diferencias estigmatizantes realmente existentes, sino de una condición humana hecha a mano, construida socialmente en la confrontación y/o la solidaridad de los diversos.

Frente a los encuentros en exterioridad propios de sistemas menos omnifágicos, la expansión mercantilista desarrolló un modo incluyente del encuentro; interiorización forzada que si bien erosionó diferencias potencialmente enriquecedoras y volvió estigma o marca comercial a las que conservó, también hizo posible el encuentro como comunión. Y no me refiero a una suerte de revelación por la cual nos diéramos cuenta de que por razones metafísicas, el “otro” es también un hombre como yo; sino del encuentro como interacción prolongada que construye una nueva identidad, una nueva y compartida condición humana. Condición hoy asimétrica y lacerada donde un hombre tiene y el otro hombre carece, donde un hombre manda y otro hombre obedece —o se rebela—, pero donde por primera vez se dramatiza radicalmente la unidad en la diversidad. Y de esta interiorización dispareja de las diferencias a la construcción de identidades compartidas y fraternas que trasciendan la pluralidad sin negarla, no hay más que una línea de sombra, apenas un paso. Un paso histórico, claro, pero un paso al fin.

Si es valido encontrar en la entronización originaria del mercantilismo —o en alguna de sus fases de expansión— las raíces históricas de las viejas y las nuevas teorizaciones del individualismo, es legítimo también remitir el pensamiento pluralista de Luis Villoro o de Boaventura de Sousa Santos —ambos mencionados por Díaz-Polanco— al renacimiento de la diversidad bajo la forma de insumisas y beligerantes identidades colectivas. Pero importa destacar que este renacimiento social no es un regreso al tribalismo, sino una nueva vuelta de tuerca histórica que, en sus proyectos más visionarios, busca trascender la globalización asimétrica y emparejadora hacia una mundialización de los diversos como pares. Y es necesario subrayar, también, que en el mundo de las ideas esto significa que se busca trascender a Kant (o a Hobbes o a Smith) no ignorándolos sino apoyándose en el pensamiento que ellos formularon.

No es casual, entonces, que además de reconocer los valores de cada cultura, Luis Villoro proponga un orden de valores “transculturales”, como “condición de posibilidad” de todo sistema posible de valores (Estado plural, pluralidad de culturas, 1998); o que la “hermenéutica diatópica” de Boaventura de Sousa Santos parta de la conciencia reciproca de la “incompletitud” de las culturas, pero se apoye en una teoría de la “unión” de los diversos que “tiene un carácter eurocéntrico por su aspiración de totalidad” (La caída del ángelus novus: ensayos para una nueva teoría social y una nueva práctica política, p. 64). Y es que, de la misma manera que no es posible trascender la globalidad como economía-mundo, más que reconociendo su existencia y apoyándose en ella para desmontarla-reconfigurarla, tampoco es viable ir más allá de la universalidad individualista restaurando la diversidad virtuosa, sin tomar como punto de partida la propia universalidad. Para decirlo en dos palabras: la diferencia entre el neotribalismo fundamentalista y la universalidad de los diversos es la misma que existe entre “globalifobia” y “otromundismo”.

La universalidad de ciertos principios, valores o normas sociales no deriva de su racionalidad trascendente sustentada a su vez en una presunta naturaleza innata del individuo humano. Pero el que tal universalidad no tenga un origen metafísico no quiere decir que no exista como construcción en curso, como proceso deliberativo, como obra de una diversidad que se trasciende y se conserva. Y porque para conservarse debe trascenderse, la diversidad constitutiva de la universalidad incluyente es una diversidad otra, una diversidad reinventada que no se monta tanto en la diferencia sustantiva y originaria como en la diferenciación permanente frente al otro y con el otro.

Globalización etnofágica y seudodiversidad

En la segunda parte del libro, Díaz-Polanco se ocupa de la diversidad en la globalización, no sólo registrando el hecho de que el gran dinero incumplió su vieja promesa de uniformar usos y costumbres en dos grandes y únicas clases mundiales: las que cultivan los de sombrero de copa y las que practican los de overol, sino también destacando la capacidad adaptativa y oportunista de un capital apercibido de que “la diversidad puede ser nutritiva para la globalización”, como escribe Héctor (p. 137). Para señalar, de inmediato, que si hay una diversidad nutricia y favorable a la acumulación, también hay otra diversidad indigesta; por ejemplo la que encarna en las identidades colectivas de raíz étnica que resisten tanto a la exclusión como a la inclusión subordinada y envilecedora.

En diálogo con Zygmunt Bauman (La sociedad individualizada), Díaz-Polanco distingue las identidades duras definidas por su historicidad y dinamismo, su heterogeneidad interna, su multiplicidad jerárquica y su simultaneidad, de la efímera y líquida “identificación”: una serie inagotable y fluyente de diferenciaciones que se adaptan a la perfección a la diversidad epidérmica de las mercancías en la sociedad de consumo. Frente a esto, el orden hegemónico tiene una actitud ambivalente: “El sistema ataca con todas sus fuerzas las bases comunitarias de las identidades, al tiempo que promueve todo género de identificaciones, que son una especie de identidades individualizadas sin sustento colectivo” (p. 157).

Estando tan de acuerdo con Díaz-Polanco, quisiera, sin embargo, enfatizar aquí, no tanto la instrumentalización de la pluralidad por el capital como su incompatibilidad última con las diferencias sustantivas.

La diversidad virtuosa es el impasse del gran dinero, su pluma de vomitar, el hueso que no pudo mascar pero roe obsesivamente. Y porque ahí está su límite infranqueable, el absolutismo mercantil ha desarrollado la seudodiversidad: una apertura ficticia y epidérmica a la pluralidad humana y natural. Precisamente porque la diferencia sustantiva lo envenena, el capital pasó del puro y simple emparejamiento cuyo paradigma era el consumismo culturalmente estandarizado, a la diversificación de la oferta y la segmentación de los mercados, del indiscernible hombre masa al culto a las diferencias identitarias, de rock y hamburguesas a world music y ethnic food.

Escribe Díaz-Polanco: “Uno tras otro se fueron derrumbando los argumentos esgrimidos para anunciar un futuro de uniformidad que se consolidaría conforme la globalización desarrollara la potencia unificadora y disolvente que le atribuían... [Al contrario] los afanes identitarios se multiplicaron en una escala nunca vista... Al parecer... la globalización funciona más bien como una inmensa maquinaria de “inclusión” universal que busca crear un espacio liso, sin rugosidades, en el que las identidades puedan deslizarse, articularse y circular en condiciones que sean favorables al capital globalizado... La globalización... procura aprovechar la diversidad,... aunque [también] aislar y eventualmente eliminar las identidades que no le resultan domesticables o digeribles” (p. 136). Los argumentos son semejantes a los de Hardt y Negrí en Imperio: “En su fase de inclusión el imperio es ciego a las diferencias... Logra la inclusión universal... [pero] para dejar de lado las diferencias tenemos que considerarlas no esenciales...; [así] el imperio se convierte en una especie de espacio uniforme, a través del cual las subjetividades se deslizan sin ofrecer resistencia ni presentar conflictos sustanciales” (pp. 187-188).

Pero la apertura del sistema —hay que enfatizarlo— es sólo a las diferencias “no esenciales” y “domesticables”, a la pluralidad cosmética como condición de la unanimidad sustancial. Y la universalidad que resulta de la estrategia falsamente incluyente no es síntesis mediada de la diversidad subyacente, sino dilución de la diversidad en una generalidad abstracta, vacía, indeterminada.

El gran dinero incorpora las diferencias identitarias en una suerte de “globalización etnófaga”, escribe Díaz-Polanco. Podríamos agregar que en otras esferas, pero de manera semejante, hace rentables tanto los productos “orgánicos” respetuosos de la diversidad de los ecosistemas, como los “sustentables” que además preservan la pluralidad étnica y social; de la misma manera que especula con la conservación de los recursos naturales creando un mercado de “servicios ambientales” y que al patentar lo códigos genéticos hace lucrativa la biodiversidad. Pero el capital confraterniza con la pluralidad sólo en tanto que es rentable. Ya lo dijo Pat Mooney refiriéndose a la decodificación y privatización del genoma: “El dinero está en las diferencias”, de modo que las diferencias cuentan no por serlo sino porque producen dinero.

No hay novedad en esto: desde que se operó la inversión originaria por la que el uso se subordinó al cambio y la calidad a la cantidad quedó claro que en el mundo de las mercancías capitalistas las diferencias no son más que el soporte, el vehículo, el medio que emplea el valor para valorizarse. En el sistema del mercado absoluto el valor de uso es contingente mientras que el valor de cambio es necesario y, de la misma manera, la diversidad biosocial es accidental mientras que la uniformidad de los hombres y la naturaleza es sustantiva. Sean identidades étnicas, especies biológicas, cocinas nacionales o cafés de origen, los distintos se admiten si son clasificables, normalizables, intercambiables, lucrativos. Así las identidades duras se diluyen en la amorfa ciudadanía, la pluralidad de los ecosistemas se reduce a códigos genéticos, la diversidad agroecológica deviene marca de origen, la originalidad creativa se legitima en el mainstream y cotiza ora en el mercado del arte ora en los medios. En el mercado, el Estado y el imaginario que placen al capital, todas las diferencias son iguales, todas las diversidades son pardas.

Si la diversidad producida como mercancía reporta ganancias, la apropiación y mercantilización de la diversidad natural-social genera rentas. La privatización de tierras, aguas, recursos minerales, territorios estratégicos, frecuencias radiales y televisivas, paisajes, especies, etcétera, son fuente de enriquecimiento, estructural, permanente y socorrida pero perversa pues no se funda en la extracción de plusvalía sino en el dominio económico excluyente sobre recursos no reproducibles y por tanto potencialmente escasos. Y es particularmente viciosa, pues mientras que otras ganancias especulativas y de monopolio son efímeras, ya que se diluyen con la competencia, las que se fundan en la privatización de bienes “naturales” no se normalizan por la oferta y la demanda.

Pero tras de las astucias con que el gran dinero se apropia y mediatiza la diversidad se oculta una incompatibilidad sustantiva. La pluralidad funcional al sistema es la de dientes para afuera, es la seudodiferencia como vehículo de la intercambiabilidad comercial.

Tienen razón quienes —como Díaz-Polanco— enfatizan la capacidad del capital para manejar las contradicciones que le genera la permanente reproducción de lo diverso en el seno de la uniformidad (la “etnofagia” como domesticación de la diversidad identitaria, el “ecologismo neoliberal” como especulación mercantil con los servicios ambientales), pero la capacidad de adaptación del sistema no debe ocultar que en la terca diversidad socionatural está el enterrador del mercantilismo absoluto.

*

En el último capítulo del libro, Díaz-Polanco retoma el tema de la diversidad en tesitura política. Si bien reconoce, como Eric Hobsbawm, que sumando particularismos no se llega al proyecto unitario de las izquierdas, reivindica sin embargo las luchas identitarias dentro de un nuevo universalismo.

Enfatiza, también, la validez de las banderas autonómicas y la pertinencia de las prácticas que a nivel local o regional combinan la autodeterminación política con la autogestión social y económica. Pero, a diferencia de los localismos y particularismos de facto que le dan la espalda al sistema y de los antiestatismos teóricos que dejan de lado la política y las cuestiones del poder, Díaz-Polanco reivindica un modo distinto de hacer política y también “las nuevas formas de poder popular que desafían al poder estatal vigente” (p. 208).

Y encuentro aquí un punto más de acuerdo con Díaz-Polanco. Coincidencia que se me muestra al final de su texto pero que no es la última: frente a la fórmula de John Holloway según la cual se puede “cambiar el mundo sin tomar el poder”, Héctor sostiene que “hay que tomar el mundo para cambiar el poder”. Yo agregaría que en este trance algún día habrá que tomar el poder, pero evitando que el poder nos tome a nosotros.

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Héctor Díaz-Polanco, Elogio de la diversidad. Globalización, multiculturalismo y etnofagia, Siglo XXI Editores, México, 2006 (Premio Internacional de Ensayo 2006), 224 pp.



* Armando Bartra es investigador del Centro de Estudios Circo Maya (México) y un conocido analista de los movimientos sociales mexicanos. Autor de numerosas obras sobre teoría agraria y campesinado, su libro más reciente es El capital en su laberinto. De la renta de la tierra a la renta de la vida, Editorial Itaca/UACM, México, 2006.

Premio de Ensayo de Casa de las Américas 2008


Héctor Díaz-Polanco

Premio de Ensayo Ezequiel Martínez Estrada

Entregan Premios Honoríficos

Casa de las Américas 2008


La Habana, 2 de febrero de 2008 (Prensa Latina). El investigador Héctor Díaz-Polanco, el narrador mexicano David Toscaza y el escritor chileno Oscar Hahn, merecieron los Premios Honoríficos Casa de las Américas 2008 en ensayo, narrativa y poesía, respectivamente.

Fundados en el 2000, desde 2002 tienen carácter anual y distinguen los libros más valiosos publicados en español, en la región.

Toscana conquistó el lauro José María Arguedas, de narrativa, por su libro El ejército iluminado, mientras que el Lezama Lima, de poesía, recayó en el chileno Hahn por En un abrir y cerrar de ojos.

A Díaz-Polanco correspondió el Premio Ezequiel Martínez Estrada, de ensayo, por su volumen Elogio de la diversidad. Globalización, multiculturalismo y etnofagia.

Díaz-Polanco ha desarrollado una profusa labor intelectual como profesor e investigador del Centro de Estudios e Investigaciones Superiores en Antropología Social. Dirige Memoria (revista mensual de cultura y política, publicada en México). Tiene en su haber títulos como Autonomía regional. La autodeterminación de los pueblos indios, El laberinto de la identidad y Etnia, nación y política.

En el año 2000 la Casa de las Américas convocó por primera vez, y como parte de su Premio Literario, a otros tres premios, de carácter honorífico: José Lezama Lima, de poesía; Ezequiel Martínez Estrada, de ensayo, y José María Arguedas, de narrativa. Esos tres nombres son emblemáticos dentro de la literatura del continente. Casa de las Américas indica: “Los tres premios –entregados a libros relevantes publicados originalmente en español por un autor de nuestra América– se proponen dar la mayor difusión posible a los clásicos de hoy”.

El premio Ezequiel Martínez Estrada ha sido entregado a prestigiados intelectuales como Boaventura de Sousa Santos (Portugal, 2006), Luis Britto (Venezuela, 2005) y Atilio A. Borón (Argentina, 2004), entre otros.

En esta 49 edición de los premios se presentaron 472 originales de 24 países de América Latina, la mayoría en los géneros de poesía y cuento, con 223 y 148 textos, respectivamente.

El jurado estuvo conformado por escritores e intelectuales de México, Puerto Rico, Cuba, Brasil, Ecuador, Venezuela, Chile, Argentina, Panamá, Colombia, Bolivia y Francia.

El programa de actividades incluyó la visita del poeta chileno Gonzalo Rojas, premio Cervantes 2003, quien inauguró el concurso el 21 de enero y presentó una antología de su poesía editada por el Fondo Editorial Casa de las Américas.

Además, el artista mexicano José Luis Cuevas presentó la exposición personal 'A La Habana me voy' y recibió un doctorado Honoris Causa del Instituto Superior de Arte de la isla.

Conciertos, paneles literarios, lecturas de textos y la presentación de los libros ganadores del Premio Casa 2007 completaron las diez jornadas del concurso.

El Premio Casa de las Américas, fundado en 1959, es considerado uno de los galardones con mayor historia y prestigio en la región.


Actualización crítica del discurso sobre diversidad

Héctor Díaz-Polanco: una actualización crítica del discurso sobre la diversidad

El notable ensayista mexicano recibió en La Habana el Premio Ezequiel Martínez Estrada, otorgado por Casa de las Américas.

Por Uriel Medina

El ensayista mexicano Héctor Díaz-Polanco acaba de recibir, en La Habana el Premio de Ensayo Ezequiel Martínez Estrada, uno de los Premios Honoríficos que otorga la Casa de las Américas a los mejores libros publicados en el continente y en español, galardón que se entrega desde el año 2000, y que en el género de ensayo lleva el nombre de uno de los más importantes intelectuales latinoamericanos.

El galardón fue otorgado debido al ensayo Elogio de la diversidad. Globalización, multiculturalismo y etnofagia, quien le valió a su autor el autor el Premio Internacional de Ensayo 2006, convocado por Siglo XXI Editores, la Universidad Nacional Autónoma de México y la Universidad de Sinaloa.

La entrega de esta distinción se realizó en la sala Che Guevara, de la Casa de las Américas, en el acto de clausura de la 49 edición del Premio literario que auspicia esa institución, cuyas jornadas estuvieron presididas, desde su discurso de inauguración por el poeta chileno Gonzalo Rojas, Premio Cervantes de Literatura

Sobresale este científico social, residente en México, por su profusa labor en los medios académicos de esa nación, en la que se desempeña como profesor e investigador del Centro de Estudios e Investigaciones Superiores en Antropología Social, así como dirige una publicación especializada, la revista Memoria.

El claustro y la docencia son escenario para que este pedagogo latinoamericano establezca un diálogo vivo con las más jóvenes generaciones a quienes, también, se proyecta en su labor exegética y al público interesado en los problemas más urgentes del pensamiento social y cultural contemporáneo, como lo demuestran sus títulos Autonomía regional. La autodeterminación de los pueblos indios, El laberinto de la identidad y Etnia, nación y política.

En la XVII Feria Internacional del Libro, el Instituto Cubano de Investigación Cultural Juan Marinello, presenta también en La Habana, y en la Sala Fernando Ortiz, el libro multipremiado en una edición del 2007.

Esta obra ensayística, como se explícita en el prólogo escrito por Julio César Guanche, “es una actualización crítica del discurso sobre la diversidad”, insertada en el contexto del panorama mundial, en el que se manifiesta que “la globalización es una nueva fase del capital y no una fuerza de la naturaleza; la igualdad y la diferencia son programas biunívocos en un horizonte socialista; la ideología del multiculturalismo es el arma de combate de la globalización del capital; la propuesta del liberalismo igualitario [...] refuerza la concepción liberal consagrada a la prioridad absoluta de la libertad sobre la igualdad [...]; la expansión de la libertad y la justicia depende de la irrenunciable integralidad de los derechos humanos: civiles y políticos-sociales; económicos y culturales; individuales y colectivos”.

De ahí la significación de valores gnoseológicos y éticos de estas reflexiones del maestro Díaz-Polanco, quien denuncia en su estudio cómo con el neoliberalismo, y la globalización que éste trata de imponer a las naciones en todo el orbe, se “refuerza la concepción liberal consagrada a la prioridad absoluta de la libertad sobre la igualdad”.

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*La autora es periodista y escritora.

The Ezequiel Martínez Estrada Essay Prize


Héctor Díaz-Polanco: a critical update of the discourse about diversity
Casa de las Américas gave to outstanding Mexican essayist the Ezequiel Martínez Estrada Prize in Havana

Uriel Medina


Mexican essayist Héctor Díaz-Polanco has just received in Havana the Ezequiel Martínez Estrada Essay Prize. This is one the Honorary Prizes Casa de las Américas gives to the best books published in the continent in Spanish. It’s been awarded since year 2000. For the essay category has been used the name of one of the most important Latin American intellectuals.

It was thanks to essay Elogio de la diversidad. Globalización, multiculturalismo y etnofagia that the author was awarded with this Prize and the Premio Internacional de Ensayo (International Essay Award), 2006, of Siglo XXI Editores, National Autonomus University of Mexico, UNAM, and the University of Sinaloa.

The prize-giving ceremony was held at the Che Guevara hall of Casa de las Américas during the 49th closing ceremony of the Literary Prize sponsored by this institution. Chilean poet Gonzalo Rojas, Cervantes Prize in Literature, presided over all activities since the moment they started.

This resident-in-Mexico social scientist is notable for his prolific work in the academic world of that nation in which he is a professor and researcher at the Centro de Estudios e Investigaciones Superiores en Antropología Social. He’s also the editor in chief of specialized magazine Memoria.

His work as a professor is what has given this Latin American pedagogue the opportunity of having a powerful dialogue with the youngest generations with whom he’s also linked because of his exegetical work. This is the kind of reslationship he also has with the public interested in the most urgent problems of the contemporary social and cultural thought, as shown in his texts Autonomía regional. La autodeterminación de los pueblos indios, El laberinto de la identidad and Etnia, nación y política.

This essay, as cleary said in the prologue, “is a critical update of the discourse about diversity” in today’s wold context in which we see that “globalizaton is a new phase and not a force of nature: equality and difference are biunivocal programs in a socialist horizon: the ideology of multiculturalism is the weapon of the capital’s globalization; the proposal of the egalitarian liberalism.

Hence, the importante of the gnoseological and ethical values of these ideas of master Díaz-Polanco who, in his study, condemns how with neolibralism and the globalization it tries to impose upon nations all over the world is “reinforced the liberal conception devoted to the absolute priority of freedom upon equality”.

*The author is a journalist and writer.

OTROS LIBROS

1982

Formación regional y burguesía agraria en México, Editorial ERA, México.


En los últimos tiempos ha crecido en México el interés por la investigación regional. Si dejamos de lado los estudios que parten de la visión estructural-funcionalista de la estratificación social, puede decirse que aún son contadas las aportaciones para el análisis de las relaciones de clases a escala regional. De allí la importancia de este libro de Héctor Díaz-Polanco. El autor, en efecto, desde la perspectiva crítica de las clases, desentraña el conjunto de circunstancias que condujeron a la aparición de la burguesía agraria en una región característica de El Bajío; precisa su composición interna por fracciones y sus diferentes mecanismos de acumulación de capital; examina los motivos de sus pugnas internas, la estructura social de la zona, y finalmente las organizaciones y procedimientos mediante los cuales la burguesía ejerce su dominación.

Este libro, sustentado en materiales de archivo y en una amplia investigación de campo, es un aporte a este tipo de estudios, indispensables para acceder a un nivel de concreción mayor en el conocimiento del agro mexicano. (Editorial ERA).

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1983

Las teorías antropológicas. El evolucionismo, tomo 1, Editorial Línea, México. [2a. edición, Editorial de la UASD, Santo Domingo, 1987; 3a. edición, Juan Pablos Editor, México, 1989].

La antropología, con las características y contornos modernos que le son propios, surge estrictamente hablando en el siglo XIX. En esta centuria delimita gradualmente su objeto, define un cambio de interés, desarrolla un enfoque teórico y adopta procedimientos analíticos que la marcarán profundamente.

Durante ese trance, la antropología adquiere su silueta propia, alcanza cierto prestigio y respetabilidad profesional e incluso llega a trasponer los muros universitarios, convirtiéndose –-de la mano de E. B. Tylor— en una disciplina académica. El enfoque que identificará el pensamiento antropológico moderno en sus inicios es global denominado evolucionismo. Este cristaliza en los primeros lustros que corren a partir de la segunda mitad del siglo pasado e impera durante lo que resta del mismo, permeando las ideas de la época, especialmente en los países de Europa occidental.

Pero el pensamiento evolucionista no es la consecuencia de una repentina explosión o estructuración de ideas alrededor de ciertos principios o postulados que revisten una originalidad radical. Tampoco surge con absoluta independencia de ciertas condiciones sociales, políticas y económicas específicas. Más aún, la situación histórica que incuba la perspectiva evolucionista impide, al mismo tiempo, que ésta pueda reinar soberanamente como la única interpretación de los fenómenos sociohistóricos y que sustente un proyecto político indiscutido. No hay que olvidar que la era del evolucionismo es también el tiempo del positivismo y de la eclosión de diversas corrientes socialistas, particularmente del marxismo.

El libro estudia las condiciones históricas que dan origen al evolucionismo, su cuerpo teórico-metodológico, sus vínculos y contradicciones con el marxismo y, finalmente, las nuevas corrientes teóricas de la antropología que combaten al primero y buscan desplazarlo.

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1985

La cuestión étnico-nacional, Editorial Línea, México. [2a. edición, Editorial Fontamara, México, 1988].

Este libro reúne un conjunto de ensayos sobre la problemática étnica y nacional en América Latina. Los trabajos poseen una unidad básica que se sustenta en el desarrollo de varias tesis centrales, las cuales sirven de plataforma para el desarrollo de las principales argumentaciones. Dichas tesis intentan replantear, a partir de nuevos enfoques, algunos de los principales problemas que se debaten alrededor de la cuestión étnico-nacional, arrancando de una crítica de los planteamientos tradicionales, particularmente de los enfoques indigenistas.

Los temas que abarca esta recopilación son complejos y a menudo difíciles de abordar, dado que varios de ellos apenas comienzan a ser estudiados sistemáticamente. Asimismo, la búsqueda de su dilucidación provoca con frecuencia enconados debates. De ahí el sabor polémico que caracteriza buena parte de los textos incluidos en este volumen. Como anexos, el libro contiene también varios documentos que pueden ser de gran utilidad para los lectores interesados en conocer directamente los asuntos debatidos.

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1987

Ensayos sobre teoría y metodología sociales, Editorial de la UASD, Santo Domingo.

Los trabajos reunidos en este volumen tienen en común el tratamiento de diversos problemas de carácter metodológico. Debido a la ampliación del horizonte teórico en nuestros ámbitos académicos, al incremento en el número de investigaciones que se llevan a cabo y a los nuevos retos que la crisis sociopolítica de Latinoamérica ha puesto de relieve (para sólo mencionar las causas más evidentes), las cuestiones teórico-metodológicas han recobrado vigencia y son motivo de amplias discusiones.

Esta reanimación del asunto justificaría por sí misma la reunión de los escritos que componen este libro, los cuales abordan temas como: teoría y categorías en el pensamiento clásico de Marx, Durkheim y Weber; los tipos de dominación weberiana y sus vínculos; el funcionalismo y su crítica, y, en fin, otros asuntos relacionados con la antropología y el marxismo, el estudio de la llamada cuestión étnica y la crítica del indigenismo integracionista.

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1987

Etnia, nación y política, Colección Principios, Juan Pablos Editor, México [2a. edición, 1990].

Los textos que recoge esta obra abordan diversos temas centrales de la cuestión étnico-nacional en América Latina: los derechos históricos de los grupos étnicos y la democracia en el marco de los procesos de cambio; las antinomias indigenistas y etnicistas que atraviesan los enfoques de lo nacional y lo étnico en la perspectiva de los proyectos políticos; el papel ideológico y político que juegan los “tanques pensantes” del imperio (especializados en el análisis y el control de las organizaciones indígenas) en el contexto de la estrategia contrainsurgente que desarrolló el gobierno norteamericano, especialmente en Centroamérica, durante los años ochenta; la manipulación de las reivindicaciones étnicas que realizó la administración reaganiana, en particular en Nicaragua y Guatemala, como parte de sus planes para detener los avances de las masas indígenas y destruir las conquistas populares; las respuestas -a veces novedosas y democráticas- que comienzan a dar los movimientos indígenas.

La preocupación fundamental de estos ensayos es poner de manifiesto el carácter eminentemente político de los fenómenos étnico-nacionales. La obra reúne primeros acercamientos a puntos básicos que deberán ser desarrollados y profundizados a partir de la discusión y el debate de una cuestión que, como la étnico-nacional, requiere la atención de todos aquellos que se pronuncian y luchan por una sociedad justa y democrática.

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2003

Sergio Bagú/H. Díaz-Polanco, Identidad continental/Indigenismo y diversidad cultural, Universidad de la Ciudad de México (UCM), Posgrado en Humanidades y Ciencias Sociales, México.

La reflexión acerca de lo que podemos llamar el conocimiento latinoamericano con una visión continental, responde a la vieja inquietud por reconstruir lo común y lo dinámico que hay en el pasado y en el presente de América Latina. Al reconstruir el proceso histórico, se advierte que el conjunto de países que hoy llamamos latinoamericanos empezó a descubrir similitudes de conformación y de problemáticas contemporáneas en un momento determinado que bien puede ubicarse a principios del siglo XX.”

Sergio Bagú

“Frente a la presencia histórica de las luchas por la identidad indígena, es imposible eludir, actualmente, el necesario debate teórico y político sobre la diversidad cultural, sin correr el peligro de caer en renovados proyectos homogeneizadores de derecha o izquierda.”

Héctor Díaz-Polanco

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1979

Víctor Bravo et al., Teoría y realidad en Marx, Durkheim y Weber, Juan Pablos Editor, México [7a. edición 1987].

Los ensayos de este libro proponen una revisión crítica y comparativa de algunos aspectos teórico-metodológicos de los tres clásicos del pensamiento sociológico que mayor influencia ejercieron, y continúan ejerciendo, en las ciencias sociales contemporáneas: Marx, Durkheim y Weber.

Se podría argumentar, como lo hace Alfred North Whitehead, que “una ciencia que duda en olvidar a sus fundadores está perdida”. Sin embargo, hay que considerar también la aguda y pertinente acotación de Alvin Gouldner, en el sentido de que “para olvidar algo, primero hay que conocerlo. Una ciencia ignorante de sus fundadores no sabe cuánto camino lleva recorrido ni en qué dirección; por lo que también estaría perdida”.

Víctor Bravo analiza el problema de la construcción del objeto en Marx, Durkheim y Weber; Héctor Díaz-Polanco explora la cuestión relativa a la naturaleza de las categorías analíticas en los mismos autores, y Marco A. Michel aborda el tratamiento de las nociones de tiempo y realidad en los susodichos clásicos. Finalmente, en un cuarto ensayo, Díaz-Polanco proporciona un panorama del proceso de reconstrucción y reelaboración del pensamiento estructural-funcionalista en los cruciales años sesenta y setenta, esto es, una especie de “examen de la piel del camaleón”.

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1979

Indigenismo, modernización y marginalidad, Juan Pablos Editor, México [4a. edición 1986].

El volumen agrupa varios ensayos cuyo común denominador es el interés por el entendimiento de los diferentes conjuntos socioeconómicos que manifiestan inserciones específicas en el actual sistema capitalista, razón por la cual tales grupos han recibido diversas denominaciones, como “marginados”, “desintegrados”, etcétera.

En las últimas décadas, las ciencias sociales han realizado un gran esfuerzo teórico encaminado a conceptuar las condiciones de vida y de reproducción de los mencionados grupos sociales. De tal esfuerzo ha resultado un impresionante número de interpretaciones y de consecuentes propuestas para buscar soluciones a lo que se ha visualizado como un problema cuyo tratamiento está íntimamente relacionado con el “desarrollo” socioeconómico. Lo que más resalta de este trabajo de conceptualización es la gran heterogeneidad teórica y metodológica que, en un primer acercamiento, parecen manifestar los análisis que se han ocupado del asunto: desde la teoría indigenista, de la modernización, de la marginalidad, hasta los diversos enfoques del fenómeno migratorio. Sin embargo, es posible que detrás de la aparente falta de unidad se encuentren ciertos núcleos clave que permitan reconstruir la perspectiva estratégica que sistemáticamente está orientando los estudios.

Así pues, un intento de retomar la problemática mencionada debería partir de una reconsideración de los diferentes enfoques que, hasta el momento de la publicación del libro, se habían utilizado para estudiar a los grupos “marginados”. Se trata de revisar críticamente sus fundamentos, su cuerpo categorial, sus modelos explicativos, etcétera, a fin de desbrozar el camino para un posterior trabajo de reelaboración teórica que conduzca a concepciones más adecuadas. Esa revisión crítica probablemente nos pone en condiciones de mostrar la línea maestra —aunque oculta— que está normando los enfoques desplegados.

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1984

(con Laurent Guye Montandon), Agricultura y sociedad en El Bajío (siglo XIX), Juan Pablos Editor, México.

El libro fue concebido y realizado originalmente con el objeto de examinar los procesos socioeconómicos y políticos que antecedieron y determinaron la conformación de una estructura agraria de corte capitalista en una zona característica de El Bajío mexicano. El primer propósito de los autores era analizar los rasgos distintivos y los patrones de comportamiento de una clase particular (la burguesía agraria) en una región abajeña, considerando desde luego la estructura de clases en que se insertaba y el sistema productivo en que sustentaba su reproducción.

Ahora bien, en la medida en que la investigación propuesta partía de un conjunto de postulados sobre el significado que había tenido la aparición de esta burguesía agraria —desde el punto de vista de la transformación de la estructura de la tenencia de la tierra, del sistema productivo mismo, de las relaciones sociales emergentes, de la importancia de las actividades terciarias (en especial del comercio de granos), del papel sociopolítico de la élite rural, etcétera— resultó cada vez más necesario conocer con algún detalle en qué momentos y de qué manera se habían producido efectivamente los puntos de ruptura que permitían reconocer la originalidad de la actual formación regional y de la clase agraria que se constituye en el núcleo preeminente del poder socioeconómico y de la dominación política. Como ya se ha indicado con otras palabras, "era preciso, pues, estudiar etapas históricas anteriores a la reforma agraria a fin de estar en condiciones de establecer cuáles fenómenos eran en realidad históricamente novedosos y cuáles, en cambio, se observaban operando en el curso de procesos más largos que respondían a las particularidades de cada fase de la formación regional, condicionada esta última, a su vez, al desarrollo de la nación en su conjunto". El resultado de ese esfuerzo es el texto que ahora ofrecemos al lector.

La obra es, en realidad, una viñeta de la estructura social y agraria del Valle abajeño durante el siglo XIX, contemplado según una periodización que incluye tres grandes fases, a saber, la que va desde la Independencia hasta la Reforma, la que involucra las medidas liberales y sus consecuencias socioeconómicas y, finalmente, la que abarca los procesos que tienen lugar a lo largo del porfiriato, durante el cual -como lo recuerda Luis González y González- "el Bajío de Guanajuato, volvió a llamarse el granero de México". Este texto, por lo tanto, concluye en el punto en que comienza el desarrollo del ya citado libro Formación regional..., y en tal sentido ambos constituyen una unidad. Por todo ello, se entiende que el interés hacia la sociedad agraria decimonónica de Valle de Santiago respondía menos a una curiosidad "histórica" que "sociológica"; es decir, los autores estaban más preocupados por el presente que por el pasado. Ello seguramente influyó en el tipo de análisis que se intenta en el trabajo. Es preciso indicar, finalmente, que en cierto modo este libro se inserta en la atmósfera de renovado interés por los estudios regionales y micro regionales.

Dichos estudios no son ni pueden ser intentos de abandonar o restar importancia a los análisis de espacios o procesos más amplios; tampoco responden a un propósito empirista que deja de lado los esquemas teóricos, mientras se persigue la ilusión de acercarse directamente al "dato" o a los "hechos". Se trata en rigor de poner a prueba esos enfoques teóricos en contextos o espacios específicos, cuya rica sustancia y compleja riqueza continuamos descubriendo. Al mismo tiempo, los estudios regionales permiten observar cómo se expresan singularmente los procesos que definen una formación social y, al mismo tiempo, en qué grado tales particularidades contribuyen dialécticamente a determinar el devenir de totalidades mayores. El presente libro procura colocarse modestamente en esta perspectiva. En qué medida ello se haya conseguido, lo decidirán los lectores.

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1992

El fuego de la inobediencia. Autonomía y rebelión india en el obispado de Oaxaca, CIESAS, México.

En 1660 estallaron rebeliones contra la autoridad de los alcaldes mayores y corregidores en varias provincias del Obispado de Oaxaca. El movimiento político comenzó en Tehuantepec y, en breve, se extendió por Nexapa y Villa Alta. Indígenas zapotecos, mixes, chontales y huaves de centenares de comunidades, mantuvieron el control de sus territorios durante un año. Se trató del más grave desafío que enfrentó el gobierno colonial durante el siglo XVII.

Funcionarios virreinales, miembros del clero y oficiales españoles que intervinieron en algún momento en la resolución de los alzamientos, percibieron la rebeldía de los indígenas como un fuego malévolo y amenazador que se había apoderado del espíritu de los nativos, y evaluaron los acontecimientos como un incendio que podía extenderse por toda Nueva España.

Tal apreciación de los hechos estaba en correspondencia con el serio reto que representaba para los intereses de un sector del bloque dominante -cuya composición se examina en el cuerpo de la obra- una rebeldía que obstaculizaba la plena realización de los negocios ilícitos y el ejercicio del poder despótico en las etnorregiones novohispanas. Las prácticas económicas extralegales dependían de la autoridad ilimitada de ese grupo. La autonomía que reclamaban los pueblos indios (para elegir a sus propias autoridades, evitar los abusos en sus comunidades, practicar libremente sus intercambios y comercios según las leyes y ordenanzas, etc.), y cuyo desprecio sistemático había sido una causa fundamental de los actos de insubordinación, chocaba contra los hábitos instaurados por los funcionarios provinciales en complicidad con las más encumbradas autoridades novohispanas.

La obra reúne ensayos que abordan diversos temas relacionados con las rebeliones indígenas de 1660 (el control regional y los repartimientos, los papeles de la élite india y del clero, los espacios étnicos y los circuitos comerciales, etc.) a la luz de nuevos enfoques y de información extraída del Archivo General de Indias (Sevilla) y el Archivo General de la Nación (México). El volumen incluye también un conjunto de valiosos documentos, hasta ese momento no publicados.

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1992

y Carlos Manzo (comp.), Documentos sobre las rebeliones indias de Tehuantepec y Nexapa (1660-1661), Colección Miguel Othón de Mendizábal, CIESAS, México.

Las rebeliones que se iniciaron el 22 de marzo de 1660 en la ciudad de Guadalcázar, provincia de Tehuantepec, revisten enorme importancia. Fueron movimientos multiétnicos que se extendieron por provincias enteras y constituyeron un vigoroso alzamiento que puso en cuestión las formas de dominio y explotación que funcionaban como la columna vertebral del sistema en las etnorregiones novohispanas y particularmente en el sur del reino. La Rebelión de Tehuantepec es justamente reputada como la más trascendental jornada contra la opresión en la Nueva España del siglo XVII, y como uno de los hitos de los innumerables combates que, por su autodeterminación, realizaron los pueblos a lo largo del período colonial.

Los indios rebeldes de las regiones sureñas protagonizaron uno de los momentos cumbre de las luchas proteicas que culminarían con la independencia de México. Los pueblos indios esbozaron los principios de un proyecto de autonomía con alto contenido subversivo. Ilustración de su influencia es que, durante un largo período, cuando los indígenas querían manifestar su inconformidad amenazaban con “hacer Tehuantepec”. Todo ello explica la violenta reacción del gobierno colonial contra los rebeldes.

El corpus documental que aquí se ofrece (procedente del Archivo General de Indias de Sevilla y del Archivo General de la Nación de México) contiene materiales valiosos para el estudio de las rebeliones indígenas en la sociedad novohispana, por cuanto aportan elementos para apreciar las condiciones socioeconómicas y políticas capaces de desencadenar estallidos populares, así como para reconocer los agravios, las metas y reivindicaciones de los pueblos indios. Las situaciones de emergencia constituyen, además, una buena ocasión para observar los conflictos que se originan en el seno del grupo dominante, permiten conocer las maniobras de las autoridades españolas en esos momentos críticos, así como los recursos ideológicos, políticos, militares y de otro tipo que desplegaron para afrontar las rebeldías.

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1995

Noam Chomsky et al., Chiapas insurgente. 5 ensayos sobre la realidad mexicana, Txalaparta, Navarra.

Para el profesor Noam Chomsky y los demás autores que integran esta obra, la protesta de los campesinos indígenas de Chiapas es sólo un preludio de las bombas retardadas que están a punto de explotar, sembradas en México y en otros lugares.

El enorme impacto político y moral que ha tenido la revuelta zapatista sólo se entiende por su ineludible dimensión continental e incluso planetaria. En el nuevo orden mundial, en el anunciado final de la historia, resucitan los zapatas, las naciones indígenas y las revueltas populares, que cuestionan el proyecto neoliberal y anuncian que con injusticia nada va a ser definitivo.

Numerosos trabajos periodísticos nos han acercado ya a los encapuchados de la selva y los Altos de Chiapas. Faltaba un libro como éste, para analizar las raíces y el contexto que ha posibilitado esta primera explosión. (Editorial Txalaparta, Navarra, 1995).

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1999

La antropología social en perspectiva, Colección Aprender a Aprender/Serie Ciencias Sociales/Videoteca de Ciencias y Humanidades, Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades, Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), México.

En este opúsculo se revisa la evolución de la antropología –en cuyo seno coexisten múltiples especialidades, ramas y subdisciplinas-, desde su origen a fines del siglo XVIII, hasta la actualidad. Se trata de la conferencia magistral pronunciada en el CIICH, como parte del proyecto Aprender a Aprender, impulsado por el doctor Pablo González Casanova.
La antropología, dice el autor, ha experimentado transformaciones sustanciales. Desde hace casi dos siglos, la contienda entre liberalismo y relativismo ha dificultado la armonización entre razón y cultura, entre universalidad y particularidad. Se analizan las dos grandes fases por las que atraviesa dicha contienda: la primera abarca el período de constitución de los Estados-nación, marcada por el triunfo del universalismo racionalista, que da lugar a naciones políticamente unificadas, pero social y culturalmente diversas (pluriétnicas, multiculturales, multinacionales); la segunda, iniciada después de la Segunda Guerra mundial, tiene como signo el renacimiento del relativismo, que acepta una diversidad que sólo puede fundarse en lo sociocultural.
El autor analiza también los principales rasgos de la antropología, así como las corrientes fundamentales que la han caracterizado desde sus inicios: evolucionismo, difusionismo, culturalismo, estructural-funcionalismo, etcétera.

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Héctor Díaz-Polanco, La antropología social en perspectiva, en Pablo González Casanova (coordinador), Hira de Gortari Rabiela, Héctor Díaz-Polanco, Alberto Aziz Nassif, Marcos Roitman Rosenmann, Ciencias sociales: algunos conceptos básicos, Siglo XXI Editores, UNAM-CIICH, México, 1999.


Las ciencias sociales viven hoy en una desmesura cercana a la catarsis. La multiplicidad de temas y problemas tratados, la diversificación de sus enfoques y métodos, su fragmentación en múltiples especialidades y subdisciplinas constituyen un proceso que es, al mismo tiempo, depurador y vigorizante. Las grandes certezas de la tradición entran en crisis; incluso, algunas antiguas verdades desaparecen. Pero la tradición sobrevive, muta y renueva.

Los linderos de las ciencias sociales —el espacio teórico-cultural de las fronteras— han sido campo fértil para la novedad y la renovación. En dicho espacio pueden tenderse puentes: se alcanzan los contornos de otras ciencias, se acogen sus concepciones y, con ellas, se amplía la visión de una realidad que, desde cualquier punto de vista, se encuentra en constante cambio.

La reestructuración de las ciencias sociales se verifica en las diversas disciplinas que la conforman, y que son abordadas en este texto. Los análisis que se brindan aquí sobre la sociología, la política, la antropología y la historia dan cuenta de sus tradiciones y mudanzas; de sus diálogos y de los procesos de hibridación disciplinaria; de las tensiones y retos que hoy enfrentan.

Más allá de la especificidad de cada una de las disciplinas analizadas existe un paisaje teórico común y un horizonte intelectual que parece también compartirse. Los autores registran los grandes cambios que condujeron a la fragmentación teórica y disciplinaria. En todos los casos se reconoce el acercamiento de la disciplina en cuestión a otras disciplinas de las ciencias sociales; algunas veces, incluso a las ciencias de la materia y de la vida. Describen también la multiplicación de teorías y métodos de análisis para abordar los viejos y nuevos problemas.

Pero el clima cultural de la diversidad también incluye otros horizontes. Los que aquí se defienden aceptan una diversidad que no renuncia a la política. Algunos, incluso, propugnan la construcción de un nuevo paradigma: uno que corresponda a una sociedad hecha de muchas sociedades no excluyentes.