lunes, 27 de abril de 2009

Sobre "Elogio de la diversidad"

Una pieza clave del pensamiento crítico, revolucionador y creativo
Aurelio Alonso


El ensayo de Héctor Díaz-Polanco que les entregamos hoy no es una obra fácil de introducir en una presentación. Lo digo a causa de la densidad de análisis que lo caracteriza. Su título, Elogio de la diversidad, se inspira en la inteligencia de Erasmo cuando se proyectaba, hacia los albores del mito liberal, en el Elogio de la locura. «Locura ha de ser, pero no sin método» decía, en los tiempos en que nacía el dominio del Occidente. Nuestro autor precisa más sus contenidos en el subtítulo a través de tres conceptos: Globalización, multiculturalismo y etnofagia.
Tiene esta obra el llamativo privilegio de llegar al lector cubano simultáneamente en dos ediciones. La del Instituto Juan Marinello (de 2007), prologada por Julio César Guanche, y la que presentamos hoy, de la Casa de las Américas, que le otorgó el Premio de Ensayo Ezequiel Martínez Estrada en 2008. Es también este su segundo galardón, ya que en 2006 vio la luz con el Premio Internacional de Ensayo de Siglo XXI.

En todo caso se trata de una casualidad afortunada, y me atrevo a decir que indicativa del significado de este ensayo, el que el Instituto Marinello y la Casa hayan detenido, el uno y la otra, la mirada en ella. Y no me sorprenderá que la volvamos a ver, en un futuro, recibiendo nuevos reconocimientos, pues la considero una de las piezas definitivas del pensamiento de comienzos de nuestro siglo. Del pensamiento latinoamericano e incluso a escala mundial, del pensamiento crítico, revolucionador y creativo que ha vuelto a dar signos de vitalidad cuando tanto la izquierda tradicional, como una gran parte de la que se calificó de nueva hace unas décadas, quedaron estancadas.
Me atrevería a afirmar que con el Elogio, Díaz-Polanco abre un nuevo capítulo en su historia de pensador. Su sólida formación de antropólogo, que lo ha llevado a aportes sustantivos en los estudios sobre las autonomías desde la perspectiva del investigador de la realidad latinoamericana —estudios por los cuales le conocemos—, se convierte en cimiento, puntal, sostén, en este libro, de un decisivo y actualísimo ensayo filosófico.
La mirada filosófica tiene que ser actual y crítica, y si no lo es, de poco sirve. Algunos han caracterizado esta obra como «la expresión de un agudo malestar con la filosofía», lo cual es cierto si no se desconoce el mérito filosófico del monumento crítico en que se constituye, al confrontar la diversidad con la diversidad. Al involucrarse a fondo con el rescate teórico de la diversidad legítima, de cara al constructo liberal de la diversidad como multiculturalismo
.
Con una lógica irreprochable Díaz-Polanco comienza por colocarse en el escenario situacional, de aproximación al tema de los conflictos y el debate cultural sobre la diversidad, que desemboca enseguida en el remolino histórico del pensamiento liberal. Su reflexión se concentra entonces en Kant, quien aportó a la idea del contrato social la contextualización que requería el empeño de integrar un contractualismo liberal.
Nada nuevo digo si les recuerdo que es Kant, y no Hegel, quien aporta el tronco esencial que consagró aquella que Marx y sus contemporáneos llamaron “filosofía clásica alemana”, que genera y sostiene la magnificación del Occidente, de la modernidad, del pensamiento donde quedará justificada la lógica de la acumulación.

De la crítica a la reflexión kantiana pasa a John Rawls. Lo destaco por sobre otros, como lo hace el mismo Díaz-Polanco, para que no nos pase inadvertido. Porque, como señala en su prólogo con razón Guanche,
«se cuentan con los dedos de la mano los libros que, recorriendo la bibliografía de éste [Díaz-Polanco] pueden encontrarse en el país de autores como John Rawls, Charles Taylor, Benedict Anderson, Isaiah Berlin, Alex Callinicos, Ronald Dworkin, Terry Eagleton, Jürgen Habermas, Toni Negri, entre muchos otros, inéditos en Cuba».
Forzados por las circunstancias al síndrome de «la tuya», el lector cuba
no vive condenado a conocer a los críticos sólo cuando son criticados…, e incluso no siempre que son criticados.
En Teoría de la Justicia de Rawls (1971), y algunas de sus obras posteriores (La justicia como imparcialidad, y la más reciente antes de morir en 2002, La justicia como equidad) la justificación liberal de la desconexión de las decisiones (las decisiones políticas, las que definen cursos sociales), con los resultados, le aporta al contractualismo y al mito liberal la fundamentación más actualizada del individualismo.
No conozco otro autor que, sin la necesidad de armarse dogmáticamente de enunciados precursores, haya tenido la capacidad mostrada por Díaz-Polanco de meterse a fondo en la crítica del multiculturalismo, edificio levantado sobre un individualismo redivivo para la consagración occidentalizadora del proceso civilizatorio.

Héctor Díaz-Polanco revela a través de su crítica la
«incapacidad [de los contractualistas del multiculturalismo] para aprender la diversidad en cuanto tal, sin concebirla como un derivado o suplemento secundario en relación con lo único que, al parecer, son capaces de discernir los filósofos y que es el tema al que subordinan todo: el individuo y su supuesta prioridad incuestionable».
El multiculturalismo se nos muestra como una expresión sublimada del liberalismo en la medida en que deja incólume el primado del individuo sobre lo colectivo y la postergación de la igualdad a favor de la libertad («la unidad básica del individuo incuestionable» de Rawls), que Díaz-Polanco contribuye a despejar para pensar la pluralidad real del mundo como tal, en lo que es, de cara a las deformaciones sistémicas acumuladas.
Y no la que Occidente santifica a partir de su abigarrada y mórbida criatura civilizatoria.
Vuelvo a citar a Guanche cuando señala que «Díaz-Polanco defiende la diversidad criticando la que todo el mundo defiende: la encauzada por el universalismo liberal». La que sostiene como fatum la encarnación de la globalización.
Permítanme terminar con unas líneas del Prefacio del autor (a las cuales, se me antoja ahora, que pudo reducirse esta presentación), con las que regresamos a Erasmo:
«Un tema que recorre toda la obra es la crítica al universalismo abstracto, tan característico de la filosofía liberal, que ha cobrado nuevas formas en la fase del capitalismo globalizante… Dice Erasmo de Rótterdam, refiriéndose a su célebre Elogio de la locura, que aunque ha “alabado a la locura”, no lo ha hecho “del todo locamente”. El elogio a la diversidad que aquí se hace no tiene como propósito erigir alguna civilización o alguna identidad en el nuevo referente de la cultura o en el criterio de lo universal. Más bien se contenta con señalar la obscena ausencia del Otro en las formulaciones universalistas, y con mostrar la enorme soberbia (y “lo ridículo”, en el talante de Erasmo) que acompaña a un sistema cultural tan particular como el que llamamos Occidente cuando se plantea como el alfa y omega de todo lo humano».
Les recomiendo esta obra de nuestro querido Héctor Díaz-Polanco con la seguridad de que estamos ante un ensayo que todavía va a dar mucho qué decir y hacer.
La Habana, 25 de abril de 2009.
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Palabras de Aurelio Alonso en la presentación de Elogio de la diversidad (La Habana, 2008), libro de Héctor Díaz-Polanco que obtuviera el Premio de Ensayo Ezequiel Martínez Estrada, de la Casa de las Américas. Fuente: La Ventana, portal informativo de la Casa de las Américas, La Habana, 2009.